La comunicación científica eficaz en las ciencias de la salud 

Dr. Damián Vázquez

                                                      orcid logo https://orcid.org/0000-0003-3551-9251

Editor jefe, Revista Panamericana de Salud Pública

Organización Panamericana de la Salud

editor_rpsp@paho.org

 

Introducción

 

Al momento de escribir estas líneas, el mundo lleva más de un año y medio inmerso en la pandemia causada por el coronavirus, y esta ha ofrecido innumerables ejemplos de buena (y mala) comunicación científica. La calidad de la comunicación científica depende de múltiples factores. El contenido es, ciertamente, muy importante, pero existen otros factores igualmente relevantes para comunicar ciencia de manera eficaz. Entre ellos puede mencionarse el empleo correcto de convenciones internacionales y de un lenguaje científico adecuado, todo lo que lleva a comunicar con precisión y claridad.

La transmisión de conocimiento científico es esencial para el avance de la ciencia. Los nuevos descubrimientos científicos se apoyan en los conocimientos previos, y de ahí la importancia de que estos últimos estén publicados y sean accesibles a toda la comunidad científica. En este ámbito de la comunicación científica, el conocimiento especializado se ha diseminado tradicionalmente a través de distintos medios, como conferencias, libros, seminarios y artículos científicos. 

Los artículos científicos son, probablemente, uno de los vehículos más dinámicos para transmitir nueva evidencia científica, ya que pueden llegar a la comunidad científica poco tiempo después de concluida una investigación. La pandemia permite ilustrar este dinamismo: una búsqueda simple en la base de datos PubMed de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos arroja más de 140 000 artículos sobre la enfermedad causada por el coronavirus, la COVID-19.

La guía a la que pertenece este capítulo tiene un carácter práctico, y por eso estas líneas están orientadas a proporcionar consejos prácticos para escribir artículos y otros textos científicos. No pretende ser un recurso académico detallado y exhaustivo, sino hacer hincapié en ciertos aspectos que contribuyen a que el texto resultante sea técnicamente sólido. Los textos científicos tienen un contenido especializado y conllevan un lenguaje, una estructura y secciones particulares; se abordarán estos distintos aspectos de manera separada a fin de simplificar la exposición. La información presentada puede ser útil para autores, investigadores, editores, profesionales de la salud en general y profesionales que necesiten redactar o revisar textos científicos. Dado que las convenciones en que se basan el lenguaje y los artículos científicos son internacionales, la información proporcionada en este capítulo en general es aplicable a muchos textos científicos, independientemente del idioma en que estén escritos. 

 

El lenguaje científico

Aunque cada rama de la ciencia puede tener terminología y convenciones específicas, el lenguaje de las ciencias en general tiene características que lo diferencian del lenguaje usado en otros campos. Dado que el propósito de un texto científico es transmitir información técnica, debe ser claro, conciso y preciso a fin de que los lectores comprendan los conceptos claves sin ambigüedades. Los lectores de un texto científico pueden ser diversos (p. ej., investigadores, profesionales especializados, población general) según el tipo de texto, y quien escribe debe tener presente la audiencia principal para ajustar el nivel de complejidad del contenido. Un texto demasiado complejo para una audiencia general, y uno demasiado simple para una audiencia especializada son igualmente inadecuados.

Para transmitir información de manera inequívoca el lenguaje científico se vale de convenciones aceptadas internacionalmente, que permiten a profesionales de distintas partes del mundo intercambiar conocimientos científicos. A continuación se presentan algunas de estas convenciones.

El Sistema Internacional de unidades: números y símbolos

Podría pensarse que la escritura de los números no ofrece dificultades en ningún idioma y que los números no pueden dar lugar a equívocos, pero un ejemplo práctico demuestra que no es así: en muchos países hispanohablantes la cifra 15,345 implica quince mil trescientas cuarenta y cinco unidades. En otros, en cambio, solamente quince unidades con trescientos cuarenta y cinco centésimas. Esta diferencia conceptual —y las posibilidades de malentendidos que conlleva— se extiende más todavía si se considera a los países de habla inglesa, en los que la coma suele emplearse para separar millares.

Para evitar esta ambigüedad y facilitar la comunicación entre científicos, el Sistema Internacional (SI) recomienda separar los millares con un espacio, y evitar el uso de la coma o el punto. En un texto científico, la cifra del ejemplo debería escribirse “15 345”, que denota quince mil trescientas cuarenta y cinco unidades. Si esa cifra tuviera decimales, el SI permite añadirlos después de una coma o un punto decimal, según la preferencia de la revista científica o el país: es igualmente correcto 15 345,22 como 15 345.22 (Figura 1).

 

Figura 1. Escritura correcta de las cifras en un artículo científico conforme al Sistema Internacional de unidades. Nótese el uso de un espacio para separar los millares.

 

Adviértase que, con cualquiera de las dos grafías, queda claro cuáles son los enteros y cuáles los decimales, independientemente del uso habitual en un país y un idioma.

El SI también aborda la escritura correcta de unidades. Estas deben ser derivadas del sistema métrico decimal, incluso cuando en un país dado se empleen a diario unidades diferentes (p. ej., la yarda, la onza o la pulgada). En un texto científico es imprescindible emplear las unidades reconocidas por el SI y sus símbolos (p. ej., metro y m, kilogramo y kg, etc.). Es importante recordar que los símbolos, salvo unas pocas excepciones, se escriben con minúscula inicial (kg y no Kg), nunca van seguidos de punto (kg y no kg.), y no llevan plural (1 m y 5 m significan 1 metro y 5 metros, respectivamente). 

 

La taxonomía de los seres vivos

Como se mencionó, los textos científicos deben ser precisos, y cuando se menciona un ser vivo debe quedar claro a qué género y especie se hace referencia. Nuevamente, esta precisión va más allá del país y el idioma en que se escribe y se basa en una norma internacional que se conoce genéricamente como la taxonomía de los seres vivos. Aunque comprende distintas jerarquías (filos, clases, órdenes, familias, géneros y especies), a los fines prácticos nos referiremos aquí a las dos últimas ya que son las más comúnmente usadas en los textos científicos generales.

Conforme a esta nomenclatura, el género y la especie que identifican a un ser vivo se escriben en latín en cualquier idioma. El género debe ir con mayúscula inicial, y la especie con minúscula inicial. Ambos deben escribirse en una tipografía distinta al texto que está alrededor, lo que habitualmente implica que deben escribirse en itálicas (también llamadas cursivas o bastardillas). Algunos ejemplos de esta nomenclatura son Canis familiaris (nombre común en español, perro), Staphylococcus aureus (nombre común en español, estafilococo dorado) y Chlamydia (nombre común en español, clamidia).

En un texto científico, por cierto, también pueden emplearse los nombres comunes no latinos, pero su uso debe quedar claro y debe evitarse la alternancia entre el nombre taxonómico y el nombre común sin un fundamento técnico. Asimismo, tras introducir en un texto el nombre taxonómico completo (género y especie), en las siguientes iteraciones es habitual abreviar el género con su inicial (p. ej., S. aureus), manteniendo siempre las itálicas si corresponde.

Finalmente, dado que los nombres taxonómicos son nombres propios (como Liliana o Manuel) no deben ir precedidos de artículo, es decir, debe escribirse “Staphylococcus aureus es una bacteria resistente”, pero no “El Staphylococcus aureus es una bacteria resistente”. Por el contrario, el nombre en español es un sustantivo común, y generalmente debe ir precedido del artículo determinado: “El estafilococo es una bacteria resistente”. La escritura mencionada, sin artículo antes del nombre taxonómico, es la correcta en el lenguaje científico escrito, pero hacemos notar que el lenguaje hablado es más laxo y no es raro escuchar el empleo del artículo.

La Denominación Común Internacional de los fármacos

Con frecuencia, en un texto científico es necesario escribir el nombre de un fármaco, o de un fármaco comercializado bajo una marca registrada (el medicamento). Los nombres de fármacos —nombres genéricos— deben escribirse conforme a la llamada Denominación Común Internacional (DCI; en inglés INN, International Nonproprietary Name), una nomenclatura mantenida por la Organización Mundial de la Salud.

De manera similar a lo que ocurre con los nombres de los seres vivos, los nombres de fármacos son sustantivos comunes, y por tanto deben escribirse con minúscula inicial y, en general, deben ir precedidos de artículo: “El ibuprofeno es un buen antiinflamatorio.” Los nombres de medicamentos, en cambio, son marcas, y como tales son sustantivos propios y deben escribirse con mayúscula inicial y sin artículo, aun cuando en el lenguaje hablado sea frecuente emplear este último: “Ibupirac es un buen antiinflamatorio”. El empleo del símbolo de marca registrada al lado del nombre (®, TM, MR) es opcional, ya que la mayúscula inicial ya denota que ese nombre es una marca (Figura 2).

 

Figura 2. Denominación Común Internacional del ibuprofeno. Adviértase la minúscula inicial.

 

Dado que los textos científicos deben estar desprovistos de connotaciones comerciales, siempre debe preferirse el empleo del nombre del fármaco frente al del medicamento, excepto que la mención del nombre comercial sea esencial. Además, un mismo fármaco podría comercializarse en distintos países bajo distintas marcas, y por ello siempre es aconsejable escribir el nombre del fármaco y no la marca.

La Clasificación Internacional de Enfermedades

Las enfermedades tienen también nombres precisos, y estos están recogidos en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), una nomenclatura compilada y mantenida por la Organización Mundial de la Salud. Los nombres de las enfermedades son sustantivos comunes, y como tales deben escribirse con minúscula inicial: “El cólera provoca una deshidratación intensa”. Para mayor precisión, si el texto lo requiere, también es posible mencionar el código que la CIE asigna a cada enfermedad (Figura 3).

 

Figura 3. Nombres y códigos de enfermedades en la CIE-11.

 

Otros aspectos que deben considerarse al escribir textos científicos

Los aspectos mencionados se relacionan con sistemas normativos que deben consultarse en la medida necesaria al redactar un texto científico a fin de que las cifras, las unidades, los seres vivos, los fármacos y las enfermedades estén escritos de manera precisa y sin ambigüedades. Como se ha mencionado, el objetivo principal de los textos científicos es transmitir información técnica de manera clara y precisa. Estas características diferencian a este género literario de otros, como la novela o la poesía, y al redactar un texto científico también deben tenerse presente otros aspectos. Se mencionan a continuación algunos de ellos.

La coherencia interna. Es necesario que el texto se refiera al mismo concepto siempre del mismo modo. Por ejemplo, un texto donde se usa de manera alternada ‘Staphylococcus aureus’ y ‘estafilococo dorado’ sin motivo técnico ninguno, o indistintamente ‘eritrocito’ y ‘glóbulo rojo’, a veces confunde al lector menos especializado y genera una lectura más cansadora. Por motivos de claridad y precisión, y a diferencia de la literatura general, en los textos científicos el uso de sinónimos debe ser muy medido o evitarse por completo, y su empleo debe tener una justificación técnica y estar debidamente aclarado. 

Las siglas y los acrónimos. Aunque puede ser tentador emplear abreviaturas “para ahorrar espacio”, quien escribe debe tener presente que algunas siglas son muy especializadas o están restringidas a un campo científico, un lugar o una institución, y pueden no ser comprendidas por todos los lectores. Como regla general, es aconsejable hacer un uso restringido de las siglas, emplearlas si verdaderamente es necesario (es decir, si reemplazan a expresiones muy largas y que se repiten con gran frecuencia) y aclararlas siempre cuando se introducen en el texto por primera vez. Un texto con exceso de siglas es difícil de seguir, en particular si estas son poco conocidas. 

De preferencia deben emplearse las siglas en el propio idioma, pero en algunos casos un concepto dado (y su sigla) se vuelven conocidos en un idioma que no es el propio (típicamente, el inglés). Por ejemplo, en español está ampliamente difundida la sigla VIH para el virus de la inmunodeficiencia humana, y no es necesario emplear la sigla inglesa, HIV. En cambio, la sigla de la Oficina Federal de Investigaciones de los Estados Unidos, FBI, se ha impuesto en inglés en todos los idiomas y una sigla “adaptada” a otro idioma generaría extrañeza en el lector, cuando no confusión.

Los extranjerismos. El lenguaje científico evoluciona al ritmo de los descubrimientos científicos. Dado que en la actualidad muchos de estos se publican inicialmente en inglés, no es infrecuente que en muchos idiomas se haya generalizado el uso del término en inglés, o anglicismo. La decisión de usar o no un extranjerismo al escribir en el propio idioma puede verse afectada por varios factores, algunos de ellos incluso personales, pero pueden ofrecerse algunas sugerencias prácticas. 

Cuando en el propio idioma existe una palabra clara e inequívoca, no parece necesario emplear un extranjerismo. Por ejemplo, ‘cribado’ (o ‘tamizaje’, o ‘detección sistemática’) vuelve innecesario emplear ‘screening’, y lo mismo podría decirse de ‘aleatorizar’ frente al anglicismo ‘randomizar’. En otros casos, en cambio, no parece haber una palabra universalmente aceptada en el propio idioma, y puede ser conveniente mantener la palabra en inglés o una variante adaptada. Un ejemplo actual puede ser ‘COVID’. El uso ha impuesto la sigla ‘COVID’ prácticamente en todos los idiomas, y sería confuso introducir una traducción como ‘ENCOV’ para referirse a la ‘enfermedad por coronavirus’.

En el Recuadro 1 se presenta un estudio de caso sobre este acrónimo en inglés y su empleo en otros idiomas, y se analiza el lenguaje como una construcción colectiva viva y cambiante.

 

Recuadro 1. El uso y la norma: la COVID, el COVID y de cómo ‘SIDA’ devino en ‘sida’

La norma académica sobre la correcta escritura en un idioma suele recomendar evitar el uso de extranjerismos, ya sean estos palabras o acrónimos. A veces, sin embargo, el uso de un extranjerismo se vuelve frecuente y termina imponiéndose. Este parece ser el caso del acrónimo en inglés COVID (COronaVIrus Disease), que la pandemia ha impuesto prácticamente en todos los idiomas. El uso de COVID en idiomas distintos al inglés es tan generalizado, que resulta difícil imaginarse que en algún momento la enfermedad por el coronavirus se conocerá en español por un acrónimo como EC o ENCOV. La decisión colectiva de los hablantes de usar COVID en idiomas distintos al inglés no es censurable y, de hecho, emplear alguno de los acrónimos españoles recién mencionados podría generar confusión.  

Con el empleo de los artículos sucede algo semejante. Según la norma académica, en español el artículo que precede a una sigla o acrónimo debe concordar con el sustantivo principal contenido en la sigla (p. ej., debe escribirse ‘el’ VIH, puesto que es el virus de la inmunodeficiencia humana). Pero el lenguaje es una construcción colectiva y viva en manos de los hablantes, y en el momento de escribir esta guía parece tan frecuente ver escrito la COVID (por la enfermedad, el sustantivo central de la sigla) como el COVID (que no concuerda con ‘enfermedad’, y cuyo origen quizás se deba a que la enfermedad se asimila a ‘el virus’ que la causa). El tiempo dirá si alguno de los dos usos termina más extendido o si ambos coexisten, pero no parece censurable ninguno de los dos. Baste decir, solamente, que el uso de uno u otro debe ser uniforme a lo largo del texto. 

Finalmente, el uso generalizado convierte a muchas siglas en sustantivos comunes, de manera que empiezan a escribirse con minúscula y conforme a las reglas generales de la ortografía (p. ej., la sigla SIDA evolucionó hasta el sustantivo ‘sida’, y LASER, light amplification by stimulated emission of radiation, hasta ‘láser’). ‘COVID’ podría seguir el mismo camino y terminar escribiéndose ‘covid’.

 

La jerga. Comprende aquella terminología empleada por un grupo reducido de personas o en un lugar determinado, pero que difícilmente se comprende fuera del grupo o lugar de origen. Como hemos expuesto, el lenguaje científico debe ser un vehículo de difusión de información tan amplio como sea posible y, en este contexto, la jerga debe evitarse. Es necesario diferenciarla, sin embargo, del uso culto y generalizado de cierta terminología en un campo académico, aun cuando sea diferente de la modalidad empleada por la población general. 

Las figuras y los cuadros. A menudo conviene incluir figuras o cuadros para presentar la información de manera más clara y ordenada. Debe evitarse repetir la misma información en el texto, donde basta solamente mencionar lo más importante que muestra la figura o el cuadro. Estos elementos deben identificarse claramente con un número y citarse en el lugar apropiado del texto. Todos los cuadros y las figuras deben tener un título claro y descriptivo.

El título. Un documento técnico o científico probablemente incluirá un título, y este elemento a veces no recibe la atención que merece. El título es el primer contacto del lector con el texto y muchas veces se emplea para indexar ese contenido en bases de datos bibliográficas. Así, debe ser claro e informativo, es decir, contener la información necesaria sin ser demasiado largo (probablemente, menos de 12 palabras), y evitar todo aquello que “ocupe lugar” sin brindar información. En los títulos también es conveniente evitar incluir acrónimos (excepto aquellos universales). 

Los artículos científicos

 

Los artículos científicos son un tipo particular de texto científico, y aunque un análisis pormenorizado está más allá de los objetivos de esta guía, se presentarán aquí algunos consejos generales para mejorar la redacción de artículos científicos.

Las instrucciones para los autores

Un artículo científico, por definición, se publicará en una revista científica. La mayoría de las revistas disponen en su sitio web de un apartado con instrucciones que detallan la extensión máxima aceptable, el formato de las referencias, los tipos de artículos considerados y otra información que ayudará a preparar el manuscrito. 

Los distintos tipos de artículos

Algunos de ellos son prácticamente universales y comunes a muchas revistas (p. ej., los artículos de investigación original o las revisiones sistemáticas en las revistas biomédicas). Cada revista, sin embargo, puede considerar tipos de artículos particulares, como revisiones de libros, cartas al editor, comentarios, etc. Conocer qué tipo de artículo se desea escribir y sus características, y cuáles acepta la revista escogida, son aspectos claves.

La estructura de los artículos científicos

La estructura depende en buena medida del tipo de artículo. La clásica estructura “IMRD” (Introducción, Métodos, Resultados y Discusión) suele aplicarse a los artículos de investigación original, aunque también puede ser útil emplearla en otros tipos de artículos. Estas secciones pueden ser consideradas como “cajones”, cada uno de los cuales debe contener solo lo pertinente a fin de garantizar una presentación ordenada de la información. 

En la Introducción debe exponerse el tema, el marco conceptual y los fundamentos del estudio que se presenta, y los objetivos específicos del artículo. En los Métodos (a veces llamados Materiales y métodos) debe explicarse “qué, cuándo y cómo” se llevó a cabo el estudio, inclusive la información relacionada con el diseño del estudio, los reactivos, los fármacos, la población de estudio y el tratamiento estadístico de los datos. Si el artículo describe una investigación con seres humanos, en los Métodos debe mencionarse también la aprobación del protocolo por un comité de ética, el consentimiento informado y las medidas adoptadas para anonimizar los datos y tratarlos confidencialmente. En los Resultados, deben describirse los hallazgos concretos del estudio y, cuando sea conveniente, estos pueden presentarse empleando cuadros y figuras. Finalmente, en la Discusión deben interpretarse los resultados y contrastarse con los encontrados en otros estudios. En la parte final deben incluirse las limitaciones del estudio y sus principales conclusiones (Figura 4).

 

Figura 4. Primera página de un artículo científico con su título, cita bibliográfica, resumen y palabras claves.

 

Los autores y los colaboradores

Aunque puede parecer obvio, es recomendable definir desde un comienzo quiénes serán los autores con base en su mérito específico respecto del texto o el estudio científico en cuestión. Las revistas científicas internacionales siguen criterios de autoría precisos que es importante conocer, y aquellas personas que no posean mérito suficiente para ser considerados autores pueden ser incluidas en el párrafo de agradecimientos. Remitimos al lector a la referencia del International Committee of Medical Journal Editors para conocer en detalle los criterios de autoría usados por la mayoría de las revistas científicas serias.

El título

Como se mencionó, el título representa el primer contacto del lector con el texto, y en un texto breve como un artículo científico adquiere máxima importancia. Así, debe ser claro, preciso, conciso (de no más de 12 palabras aproximadamente), explícito e informativo. Ciertas expresiones frecuentes en los títulos solamente ocupan lugar sin dar mayor información (… y revisión de la literatura, Estudio sobre…, Acerca de…, Estudio actual…, etc.).

El resumen

Los artículos científicos y otros textos científicos suelen incluir un resumen. Junto con el título, este proporciona al lector la primera aproximación al contenido de ese texto, y por ello debe redactarse con máxima dedicación. Debe ser informativo, claro y preciso y, por cierto, reflejar cabalmente el contenido del texto completo. Si el resumen pertenece a un artículo científico, es importante recordar que algunas bases de datos bibliográficas solamente incluyen el título y el resumen (pero no el texto completo), y este es un motivo adicional para prestar máxima atención a estos dos elementos. De ellos dependerá que un lector se interese, lea el artículo completo, y potencialmente lo cite. Tanto en el título como en el resumen deben evitarse las siglas (excepto las conocidas universalmente), la jerga y los localismos. A fin de verificar que el título y el resumen son claros y comprensibles, un recurso accesible a todo autor es pedir la opinión de un colega.

Las palabras clave

En los textos científicos se conoce por este nombre a aquellos términos específicos que describen un tema dado, y que están tomados de tesauros (listados terminológicos) específicos. De ellos, los dos más empleados son el MeSH (Medical Subject Headings, que incluye términos en inglés) y el DeCS (Descriptores de Ciencias de la Salud, que incluye términos en inglés, portugués y español). Así pues, los autores deben usar exclusivamente términos tomados del tesauro recomendado por la revista. En la sección de bibliografía se proporcionan los enlaces a estos dos recursos.

Las referencias bibliográficas

Las referencias bibliográficas dan sustento científico al manuscrito, y deben ser actuales (preferentemente, de los últimos cinco años), relevantes y pertinentes. Cuando se trate de un artículo científico, las revistas aceptan un número máximo de referencias que es importante conocer de antemano. Existen distintos formatos para escribir las referencias (p. ej., Vancouver, Harvard, etc.) y cada revista tiene su preferencia. Algunos programas informáticos, conocidos como gestores de referencias bibliográficas, son muy útiles para manejar su orden y su formato (p. ej., EndNote, Zotero, Mendeley, etc.). Es recomendable citar referencias primarias en lugar de fuentes secundarias (p. ej., un artículo original en lugar de una revisión sistemática que cita a ese artículo original).

Recomendaciones finales

 

La redacción científica, inclusive la redacción de artículos, guías o informes técnicos, es una competencia compleja y que se adquiere con la práctica. Como se ha mencionado, implica el conocimiento de varios aspectos diferentes, pero que en última instancia confluyen en el texto científico. Es aconsejable comenzar por textos sencillos y, si es posible, apoyarse en un autor más experimentado. Someter la propia producción a la revisión de un profesional experimentado y recibir críticas constructivas no debe ser motivo de desánimo, sino estímulo en el camino de adquirir habilidades de redacción. Como complemento de este capítulo, se recomienda vivamente leer la bibliografía seleccionada al final. Entre ella, puede ser particularmente útil el Curso Introductorio de Comunicación Científica en Ciencias de la Salud, disponible de manera gratuita en español y portugués, un complemento natural y adecuado para esta guía.

Animamos a los lectores a dedicar tiempo al aprendizaje de la redacción científica. No dudamos de que representará una inversión eficaz en términos de conocimiento académico, desarrollo profesional y promoción de la ciencia en sentido amplio, lo que a la vez redundará en una mejor calidad de vida para todas las poblaciones de nuestra región.

 

Bibliografía y recursos recomendados

 

Recursos generales

 

Curso Introductorio sobre Comunicación Científica en Ciencias de la Salud. Curso de autoaprendizaje en línea, sin tutoría y con certificado de participación. Aborda temas como la redacción científica, la publicación de artículos científicos, la autoría y la ética en la publicación, entre otros. De carácter eminentemente práctico, incluye materiales de apoyo, bibliografía y ejercicios. En español y portugués). Programa del curso.

BIREME (Centro Latinoamericano y del Caribe de Información en Ciencias de la Salud). Centro especializado de la Organización Panamericana de la Salud dedicado a promover la cooperación técnica en información científica en salud. https://www.paho.org/es/bireme 

Biblioteca Virtual en Salud. Red de redes y plataforma operacional de la Organización Panamericana de la Salud para la gestión de la información y el conocimiento en salud de América Latina y el Caribe.  https://bvsalud.org/es/ 

LILACS, Literatura Latinoamericana y del Caribe en Ciencias de la Salud. Publicaciones científicas de 26 países, inclusive estudios clínicos, revisiones, guías, informes técnicos y publicaciones gubernamentales. https://lilacs.bvsalud.org/

Sesiones virtuales LILACS (2019). Colección de nueve webinarios sobre buenas prácticas en los procesos editoriales desarrollados por expertos. http://red.bvsalud.org/lilacs/es/sesiones-buenas-practicas-edicion-revistas-cientificas-lilacs-2019/ 

Sesiones virtuales LILACS (2020). Colección de webinarios  sobre buenas prácticas en los procesos editoriales desarrollados por expertos. https://lilacs.bvsalud.org/es/buenas-practicas-en-los-procesos-editoriales-de-revistas-cientificas-para-lilacs-2020 

Sesiones virtuales LILACS (2021). Colección de webinarios  sobre buenas prácticas en los procesos editoriales desarrollados por expertos. https://lilacs.bvsalud.org/es/buenas-practicas-en-los-procesos-editoriales-de-revistas-cientificas-para-lilacs-2021 

Institutional Repository of Information Sharing. Repositorio institucional de la Organización Panamericana de la Salud que reúne y pone a disposición de manera gratuita todas las publicaciones científico-técnicas de la Organización. https://iris.paho.org/

Revista Panamericana de Salud Pública. Revista científica de acceso abierto en inglés, español y portugués. Gratuita para autores y lectores. www.paho.org/journal/es 

Lenguaje científico

 

Mednet. Plataforma colaborativa mantenida por la Organización Mundial de la Salud que presenta los nombres genéricos oficiales de los fármacos (Denominación Común Internacional) en inglés, español, francés, chino y ruso, así como información bioquímica. http://mednet.who.int/inn 

Clasificación Internacional de Enfermedades, 11.a revision (CIE-11). Herramienta de nomenclatura y codificación de las enfermedades. Washington DC: Pan American Health Organization; 2021. https://icd.who.int/es 

Sistema Internacional de unidades. Oficina Internacional de Pesos y Medidas.  Cifras y unidades internacionales requeridas en la redacción científica en cualquier idioma. https://www.bipm.org/en/measurement-units 

Real Academia Nacional de Medicina. Diccionario de Términos Médicos. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2012. Diccionario en papel y electrónico de ciencias médicas. 

Dicciomed. Dicionario medico-biológico, histórico y etimológico. Mantenido por la Universidad de Salamanca de España. https://dicciomed.usal.es/

Cosnautas. Sitio web con recursos para la redacción y la traducción en biomedicina y ciencias de la salud. Algunos recursos son gratuitos, pero requieren registro. https://www.cosnautas.com/es 

Redacción de artículos científicos

Descriptores de Ciencias de la Salud (DeCS). Listado terminológico de palabras claves en español, portugués e inglés mantenido por BIREME/OPS/OMS. https://decs.bvsalud.org/

Medical Subject Headings (MeSH). Listado terminológico de palabras claves en inglés, mantenido por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos. https://www.nlm.nih.gov/mesh/meshhome.html 

International Committee of Medical Journal Editors. Información útil sobre autoría, referencias bibliográficas, conflictos de intereses, derechos de autor, etc.  http://www.icmje.org/ 

Day R y Gastel B. How to write and publish a scientific paper. 8.a edición; 2016. Un libro práctico y ameno sobre la escritura de artículos científicos; en inglés.

Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos. Ejemplos de cómo citar distintos tipos de materiales en un artículo científico. https://www.nlm.nih.gov/bsd/uniform_requirements.html 

Clarivate Analytics. EndNote. Gestor de referencias bibliográficas. https://endnote.com/

Corporation for Digital Scholarship. Zotero. Gestor de referencias bibliográficas. https://www.zotero.org/

Mendeley Corp. Mendeley. Gestor de referencias bibliográficas. https://www.mendeley.com/

Equator Network. Iniciativa internacional que promueve el uso de guías para publicar resultados de investigación.  https://www.equator-network.org/

 

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